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El país seguirá entre los que más crecen en el 2020: FMI

Según Alejandro Werner, hay distancias que enredan el apoyo a las reformas que buscan mejor vida.

Dos ideas redondean lo que ve el Fondo Monetario Internacional (FMI) en América: las perspectivas para crecer se enturbian por el entorno global, y para responder se necesitan motores internos. Y hay una tercera idea: Colombia está entre los que sortean ese desafío, con la posibilidad de crecer este año 3,4 por ciento, y el entrante, aún más: 3,6 por ciento. Por encima del 3 por ciento previsto para todo el planeta y del 0,2 por ciento que el mismo Fondo calcula para Latinoamérica y el Caribe.

Ayer fue presentado en Bogotá el informe sobre las ‘Perspectivas de las Américas’, y el director del Departamento del Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, comentó cómo está el país en ese panorama.


Ustedes ven que el año entrante, Colombia crecería incluso más que este año. ¿No nos llegarán los efectos del malestar global?


La incertidumbre asociada a las tensiones comerciales tiene principalmente dos canales para afectar las diferentes economías. Uno, el directo, por medio de las distorsiones que generan las tarifas que se han impuesto o anunciado. Pero el impacto más profundo viene por la contaminación a través de mercados financieros, la confianza, etc. Este efecto no está incorporado en nuestro escenario central porque no se ha materializado. De materializarse, nuestros escenarios claramente tendrían un sesgo a la baja.

En Colombia, una aceleración de 3,4 a 3,6 por ciento nos muestra una recuperación hacia el potencial de crecimiento (entre 3 y 3,5 por ciento), esperando que la economía esté ligeramente por encima del potencial.

La tasa de desempleo permite espacio en el mercado laboral. Pero que este contexto, con petróleo relativamente estable, continúe el próximo año, pero sí con un claro sesgo a la baja. Los pronósticos de Colombia, en el margen, se benefician de la recuperación que estamos anticipando para la región para el año entrante, que también tiene un nivel de incertidumbre importante.

Entonces diría que nuestro escenario es un 2020 parecido al 2019. Colombia volverá a ser una de las economías de América Latina que más crecen, creciendo ligeramente arriba del potencial, cerrando un poquito la brecha del producto que se pudo haber abierto por los años de bajo crecimiento después de la caída de los precios del petróleo.


Uno de los combustibles de los motores internos que ustedes mencionan es la confianza. ¿Por qué la confianza está en terreno negativo, pero el gasto de los hogares crece siete por ciento real?


Hay que analizar en los indicadores de confianza, los que son más prospectivos de los que son más de la situación actual.

En este caso (estoy aventurando una respuesta) puede ser que el rezago visto por el lado del desempleo refleje para algunas familias que todavía la confianza del consumidor no está ahí.

Por lo general, en las empresas, cuando las economías se desaceleran no ajustan sus plantillas todo lo que pudiesen, y entonces tienen mano de obra subutilizada para activarse cuando la economía se empieza a recuperar.

Segundo, puede ser que el aumento del salario mínimo más allá de lo que tradicionalmente se había dado haya generado también cierto rezago en el mercado laboral. Y, en tercer lugar, obviamente, el fenómeno migratorio de Venezuela genera un desplazamiento en el mercado laboral que puede estar afectando estas encuestas. Claramente es un dilema que tenemos que estudiar más, y esperamos que los indicadores empiecen a mostrar mayor confianza en la medida en que esta recuperación se mantenga por un periodo mayor.


Entre los motores internos mencionan las reformas estructurales, en donde caben ajustes laborales y de pensiones. ¿Cómo mostrar a la gente la necesidad de los cambios, en un ambiente tan volátil como el que se está viendo en las calles en el continente?


Comunicar los beneficios de estas medidas es un reto, no solo para los políticos sino para los diseñadores de política económica: cómo, por un lado, implementar estas políticas con políticas complementarias que atiendan los problemas que se puedan generar en los ingresos de las familias más vulnerables; los problemas que se puedan generar en desplazamientos regionales en el mercado laboral o sobre ciertos nichos de empleo.

Atender estos efectos con programas de reentrenamiento y reinserción en la economía nacional, y apoyo transitorio a estas familias.

También, diría, con empaquetamiento de las reformas. Muchas críticas se centran en estas reformas que hay que comunicar y explicar mejor, pero también hay reformas como una de las leyes de competencia, enfocada en disminuir los índices de concentración en mercados específicos.

En México, alguna vez se realizó un estudio en tres o cuatro mercados claves: la tortilla, el transporte... y la transferencia de ingresos a las familias más pobres era mayor de lo que el Gobierno gastaba en los programas de transferencias condicionadas a los más pobres.

Entonces hay varios aspectos: el empaquetamiento de reformas; el mejor diseño y mayor disposición de usar recursos para ayudar sectores que se pueden ver afectados, y el timing de estas reformas.

En la discusión de estas reformas se ha dicho que las reformas laborales funcionan mejor cuando se implementan en un mercado dinámico que en un mercado de estancamiento.


¿En la práctica, qué implica comunicar y explicar mejor los cambios propuestos?


Es muy importante hacer política para mover la agenda de reformas de manera diferente. El involucrar un sector mucho más amplio, a través de las organizaciones de la sociedad civil, a través del diálogo directo con las comunidades, hace que el reto para los hacedores de políticas sea más amplio, pero también que exija una democracia más participativa.

Y, por último, cuando se trata de empaquetamiento de las reformas, no se deben perder de vista reformas e implementación de agendas que incrementen la legitimidad de los gobiernos.

Toda la agenda anticorrupción en América Latina es tremendamente importante por los efectos en el crecimiento, la distribución del ingreso, el sentido de justicia, de Estado de derecho, pero también de legitimidad de la autoridad.

Es difícil pedirle a la población que esté dispuesta a apoyar cambios que transformen la economía y que puedan tener ciertos costos de transición cuando hay una percepción entre la sociedad de que la clase política, y tal vez la clase empresarial, está inmune; y es más, se beneficia de algunas situaciones que generan angustia al resto de la población.

En este entorno, el atacar de manera frontal estos procesos, además de generar beneficios claros de manera directa, creo que generaría efectos indirectos a través de la mayor legitimidad del Gobierno, que le daría espacio para poder implementar otras políticas.


¿Sería preferible, entonces, tener leyes anticorrupción antes de los cambios en pensiones o laborales?


Depende mucho de país a país y de las circunstancias. En aquellos casos en los que la corrupción se ha detectado, el hecho de que la sociedad perciba que el Gobierno está actuando para corregirlos, con proyectos de ley o con actos administrativos, es importante, y trabajar con la sociedad, con las organizaciones de la sociedad civil, para fortalecer la legitimidad de los gobiernos, no solo a nivel general sino estatal y municipal, es muy importante, porque sí se percibe un distanciamiento de la sociedad versus el Gobierno, en el cual las sociedades básicamente están expresando el sentimiento de que las políticas públicas no se están diseñando con el fin de mejorar la calidad de vida de la mayoría de la población, aunque sean políticas que están destinadas a eso.

Entonces es importante que el trabajo político sea mucho más intenso, anclado en medidas concretas que ataquen la preocupación de la sociedad civil. Si la sociedad civil está preocupada por corrupción, y yo les hablo de pensiones, estamos hablando dos lenguajes diferentes.

Les tengo que hacer entender, como diseñador de políticas públicas, por qué es importante atacar este problema de las pensiones, pero también tengo que oír por qué para la sociedad civil el tema de corrupción es muy importante, y contestar qué voy a hacer. Hay que lograr un equilibrio.


Ustedes dicen que la migración venezolana ya está ayudando a que Colombia crezca más. ¿Cómo impulsa esa migración al crecimiento?


Todo el gasto público que se está utilizando para apoyar el proceso de inmigración desde Venezuela tiene efecto directo e inmediato sobre la demanda interna, y afecta salarios, etc., y, por lo tanto, afecta la demanda agregada y el crecimiento económico; obviamente, con efectos de desplazamiento en otros segmentos del mercado laboral.

En el mediano plazo también creemos que el efecto es positivo porque estás teniendo un incremento en la mano de obra que pone más competencia en el mercado laboral, contiene el crecimiento salarial y permite que la oferta laboral sea más elástica. Entonces, el proceso de crecimiento puede continuar por más tiempo, sin pegar con cuellos de botella del mercado laboral.


Si el Congreso no aprueba la reforma tributaria, ¿todas estas cosas que ustedes pronostican estarían muertas?


Esperaríamos que el Congreso actúe de la manera esperada y se apruebe una ley como la enviada, que es exactamente la misma. Es muy difícil pensar qué pasaría si esto no ocurre, pues las alternativas pueden ser muchas. Entonces, no me metería a especular el contrafactual, porque no es blanco o negro.

Vemos el 2020 con un crecimiento similar y a Colombia, seguir en este proceso de fortaleza fiscal y monetaria que genera una gran certidumbre y recuperación del proceso de inversión. Una de las economías grandes de América Latina funcionando de manera saludable, dinámica. Uno de los polos de crecimiento y de dinamismo en América Latina.

Fuente: El Tiempo

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